Editorial Planeta. 816 páginas. Año 2019. De 16 años en adelante.
Kate Reese una joven viuda que no ha tenido mucha suerte con los hombres desde que muriera su marido, se dirige a Mill Grove, un pequeño pueblo en el que busca refugio huyendo con su pequeño de seis años, Christopher, de los malos tratos de su última pareja.
Nada ha sucedido en aquél pueblo desde la desaparición de un niño que tuvo lugar hacía ya unos cincuenta años.
Poco a poco la joven madre se va abriendo paso, con muchas dificultades para llegar a fin de mes. Recompensa a su hijo con pequeñas alegrías y mucho, mucho cariño, la falta de comodidades en la que tiene que vivir.
Parece que recomienza a vivir. Conoce al policía del pueblo con el que nace algo más que pura simpatía. El niño va haciendo amigos que le ayudan a hacer frente a los abusones del colegio.
Pero una obsesión comienza a nacer dentro de la mentalidad del niño. Desde que estuvo perdido en un pequeño bosque cercano a su casa, ha quedado con la idea fija de que tiene que construir una casa en uno de los árboles del bosque. En ello implica también a sus amigos.
Esto, que parece un sano juego de niños, poco a poco se va convirtiendo en una experiencia obsesiva, paranormal, con la actuación en el mundo real de "alguien" que, en principio, solo debería estar en la mente del niño: su amigo imaginario.
Se precipita poco a poco la acción llegando a producirse una auténtica apocalipsis en el pueblo. Crece la agresividad de la gente, comienzan los disturbios, los enfrentamientos...
Una novela al estilo de las de Stephen King de las que el autor se siente deudor.
He de decir que el relato se me hizo fascinante en un principio pero que de las más de 800 páginas que tiene el libro yo le recortaría las últimas 300 más o menos. Al final se hace casi desesperante. No sé si el autor buscaba eso pero, a mi juicio, si es pretendido, me parece una mala opción.
Por lo demás, ya digo, solo al principio, absolutamente adictiva.
