Cuando lees un buen libro tienes ganas de compartirlo con otros. No basta con leerlo: ¡quieres que otros lo lean!...
Comparte los mejores libros que has leído o desaconseja los títulos que te han hecho perder el tiempo... o la paciencia.
Ordenados en orden cronológico del más actual al más antiguo, os presentamos una interesante selección de libros que tienen como tema central la Navidad y que han escrito autores tan emblemáticos como Charles Dickens, H. C. Andersen, Oscar Wilde, Benito Pérez Galdós y Leopoldo Alas “Clarín”.
Cuentos de navidad. De los hermanos Grimm a Paul Auster (2015), selección de Marta Salís. La Navidad, siempre muy presente en la literatura, ha inspirado relatos magníficos, y son muchos los grandes escritores, que se han acercado a ella desde diferentes perspectivas. Los 35 relatos aquí elegidos por Marta Salís proceden además de distintas tradiciones occidentales (anglosajona, germánica, nórdica, mediterránea, eslava). De los hermanos Grimm hasta Joyce, Capote o Auster, y alternando clásicos como Canción de Navidad de Dickens o La niña de los fósforos de Andersen con piezas poco conocidas e inéditas, este volumen abarca dos siglos de literatura navideña desde los más diversos ángulos y con las más variadas intenciones.
2. ¡Cómo el Grinch robó la Navidad! (2015), Dr. Seuss (Theo Lesieg). «¡El Grinch odiaba la Navidad! ¡Toda la temporada! No me preguntéis por qué. No había razón justificada. Tal vez tuviera un tornillo mal ajustado. Tal vez llevara un zapato demasiado apretado. Aunque yo creo que el verdadero motivo es que tenía el corazón dos tallas encogido.» El Dr. Seuss convierte la lectura en una actividad divertida e ideal para compartir entre padres e hijos. La combinación de rimas y la mezcla única de ritmo y repetición facilitan el aprendizaje y el reconocimiento de nuevas palabras. Edad recomendada: 7-8 años.
3.Adviento en la montaña (2015), Gunnar Gunnarsson. “Adviento en la montaña” es un relato inspirador y lleno de simbolismo, ambientado en el crudo invierno de las montañas del noreste de Islandia. En él su protagonista, el pastor Benedikt, afronta su tradicional aventura de Adviento para rescatar de la nieve a aquellas ovejas que se han extraviado de su rebaño y están destinadas a una muerte segura. Acompañado de su gran valor, su perro y un carnero, se adentra en la montaña nevada sin sospechar que, en esta ocasión, le aguarda un desenlace inesperado. Traducida a más de 10 idiomas, esta obra goza de gran popularidad en países como Alemania y Estados Unidos. Se ha afirmado incluso que sirvió de fuente de inspiración a Hemingway para escribir “El viejo y el mar” y que Walt Disney quiso llevarla al cine.
4. Una visita de San Nicolás (2013), Clement C. Moore. Publicado originalmente en 1823, este poema escrito por el norteamericano Clement C. Moore es un emblema de la Navidad en todo el mundo. Sus versos revolucionaron la iconografía navideña al presentar por primera vez a un Santa Claus vestido de rojo, conduciendo un trineo tirado por renos y llenando de juguetes los calcetines colgados de las chimeneas. Delicioso para ser leído en voz alta, nunca había sido traducido antes al castellano en volumen exento. Esta edición, que incluye ilustraciones de Ilse Bischoff y, Arthur Rackham, ha sido trasladada a nuestro idioma en versos pareados, siguiendo la métrica del original, por Luis Alberto de Cuenca.
5. El cuento de Navidad de Auggie Wren (2012), Paul Auster. Un día, Paul Auster recibe el encargo del New York Times de escribir un cuento navideño. Abrumado por la tarea («¿Qué sabía yo acerca de la Navidad?» se pregunta), decide que la narración que escriba huirá de la común sensiblería que impregna esa época hibernal. En busca de inspiración, sale a pasear y acude al estanco de Brooklyn regentado por su amigo Auggie Wren, un peculiar fotógrafo que retrata, diariamente, la misma esquina del barrio y el paso del tiempo. Será él quien ofrezca al autor esta peculiar historia, que comienza con el hallazgo casual de una cartera perdida, y que fue la semilla del guión de la película Smoke.
6. El planeta de los árboles de Navidad (2012), Gianni Rodari. Marco recibe por su cumpleaños un caballo balancín. Cuando se monta en él, se pone a viajar en el espacio hasta aterrizar en El planeta de los árboles de Navidad. Allí las cosas son muy distintas a la Tierra: las aceras son móviles, las cosas no cuestan dinero y en todas partes crecen árboles de Navidad, ¡con adornos y todo! Una historia fantástica que lleva el indiscutible sello de Rodari.
7. Cuentos completos de Navidad (2012), Charles Dickens. Todos los cuentos de Navidad del gran Dickens en un solo volumen para celebrar el bicentenario del nacimiento del escritor.
Se podría decir que Dickens inventó la Navidad, pues ningún otro escritor ha evocado con tanta maestría el espíritu, jubiloso y elegíaco a un tiempo, de ese periodo final del año. Además del célebre “Canción de Navidad”, se reúnen en este volumen “inspirado en la edición inglesa de 1852” otros cuatro relatos de ambientación navideña donde se entreveran los motivos principales del mundo dickensiano: la caridad, la infancia, los mitos populares, las desigualdades sociales, los sueños y la magia, bellamente iluminados por Javier Olivares.
8.Cuentos de Navidad y Reyes (2011), Emilia Pardo Bazán. Las descripciones detallistas y precisas que en estas narraciones nos ofrece la Condesa de Pardo Bazán retratan una sociedad con diferencias extremas, colocando el desamparo junto con la riqueza más ostentosa. Los protagonistas encarnan la caridad, la reconciliación, la devoción mística, en ocasiones de una forma que puede parecer insólita. Insólita en cualquier otro momento de sus vidas, en cualquier otro día que no fuera Navidad.
9. Mujercitas (2011), Louis May Alcott. Esta nueva traducción del texto íntegro de la primera edición de 1868, con el añadido de muchos párrafos que se suprimieron en las versiones posteriores, incluye también la segunda parte de la historia, que la autora publicó en 1869 para dar respuesta a las muchas cartas de los lectores, interesados en saber cuál sería el destino de las hermanas March. Han pasado casi ciento cincuenta años desde aquel lejano 1868, pero la complicidad de Meg, Beth, Amy y Jo con las demás mujeres no ha muerto. Es más, autoras de la talla de Simone de Beauvoir y Joyce Carol Oates han sido admiradoras entusiastas de esas mujercitas que en sus gestos y palabras resumen el espíritu crítico de una época y aún hoy pueden regalarnos unas hermosas horas de lectura. “Hay un libro en el que creí ver reflejado mi futuro: Mujercitas, de Louisa May Alcott… Yo quería a toda costa ser Jo, la intelectual. Compartía con ella el rechazo a las tareas domésticas y el amor por los libros, Jo escribía, y para imitarla empecé mis primeros cuentos cortos.” SIMONE DE BEAUVOIR.
10. Cuentos de Navidad (2010), Enid Blyton.Edición renovada de este fantástico recopilatorio que incluye seis cuentos de Navidad escritos por Enid Blyton. Niños, hadas, juguetes y duendes son los protagonistas de estos relatos llenos de fantasía y calidez que acercan a los pequeños lectores al mágico mundo de la Navidad. Lectura recomendada a partir de 5 años.
11. Cuentos de Navidad (2009), Ana Botella. La Navidad siempre es un momento de ilusiones y diversión para los más pequeños y no pueden faltar los cuentos para ayudar a desarrollar su imaginación. Aquí se han reunido autores tan conocidos como Hans Christian Andersen o los hermanos Grimm, y otros que no lo son tanto, con el fin de facilitar la tarea a los padres a la hora de elegir el relato perfecto y para animar a toda la familia a reunirse, contar cuentos en voz alta, y disfrutar de una costumbre que no debe perderse: leer a los clásicos.
12. Cuentos españoles de Navidad: de Bécquer a Galdós(2008), Varios autores. Se trata de la más completa antología del cuento de navidad español a lo largo de cien años. En este volumen apenas falta ninguno de los grandes autores de la segunda mitad del siglo XIX, Alarcón, Pereda, Bécquer, Galdós, Clarín, Blasco Ibáñez, pero también están presentes escritores que, aunque menos conocidos, gozaron de un aprecio indiscutible entre los lectores de época: Dicenta, Zamacois, Ortega Munilla, Octavio Picón, etc.
13.Cuentos españoles de Navidad: de Valle-Inclán a Ayala (2008). Varios Autores. Podemos considerar el primer tercio del siglo XX como una verdadera edad de oro de la literatura española. A esta condición no escapa el cuento de temática Navideña, que por primera vez ha sido antologado de forma sistemática en el presente volumen. De una riquísima producción, se han elegido las narraciones más sobresalientes. Y el resultado ha sido comprobar que la mayoría de los grandes escritores del siglo han realizado su particular homenaje a la navidad. Ramón del Valle Inclán, Juan Ramón Jiménez, Ramón Gómez de la Serna, Pío Baroja, Jose Bergamín, Azorín,o Francisco Ayala, entrecruzan sus voces para hablarnos de las fiestas más hermosas del año. La lectura de estas páginas es tan emotiva como cautivadora, pues la calidad literaria se une a la calidez de los temas tratados.
14. Cuentos eróticos de Navidad (2007), Varios Autores. Cuentos eróticos de Navidad es un pretexto para reunir a autores españoles e hispanoamericanos, de estilos muy diferentes, y que de otro modo jamás hubieran coincidido en un volumen. Algunos de ellos abordan por primera vez un relato de carácter erótico, y otros publican por primera vez en Tusquets Editores. A la categoría literaria que poseen los escritores convocados en estas páginas se suma el amplio reconocimiento de la crítica y de los lectores de que todos ellos gozan.
15. Cartas de Papá Noel (2006), J.R.R. Tolkien. Todos los niños saben lo ocupado que está Papá Noel en diciembre pero, ¿qué hace el resto del año? Esta colección de cartas y dibujos que Tolkien escribía a sus hijos cada año como Papá Noel revela, a través de ingeniosas aventuras, algunos de estos secretos.
16.El árbol de Navidad (2005), Hans Christian Andersen. Un precioso abeto soñaba con hacerse mayor, como sus compañeros. Con el tiempo, se convirtió en un árbol robusto. Mientras crecía, observaba cómo talaban a muchos de sus compañeros. ¿Adónde los llevarían?, se preguntaba. Los gorriones le dieron la pista: en Navidad, adornaban las casas, con miles de luces y regalos. Entonces deseó que a él le ocurriera lo mismo…
17. La cerillera (2005), Hans Christian Andersen. Entrañable historia de una pobre niña vendedora de cerillas que se encontra sola y con mucho frío en una Noche Vieja. Entre las tenues llamas de sus últimas cerillas, tiene visiones maravillosas. Lamentablemente a la mañana siguiente encuentran su delicado cuerpo sin vida, y nadie sospecha la felicidad que había encontrado en sus últimos momentos
18. El misterio de la Navidad (2005), Jostein Gaarder. El último día de noviembre el joven Joakim, de compras de navidad con su padre, ve en una librería un calendario de adviento con sus 24 ventanitas para abrir, una por una, cada día de diciembre hasta nochebuena. Pero éste resultará ser un calendario mágico… En lugar de las figuras que suelen contener estos calendarios, de él todos los días se caen unos papelitos escritos que cuentan la historia de Elisabet, una niña que se ha perdido. A partir de aquí la historia nos llevará de viaje por Europa en compañía de un grupo al que, cada día, se une un nuevo personaje. Es un viaje en el Tiempo, hacia atrás, hasta llegar al mismísimo portal de Belén. Como siempre sucede en los libros de Jostein Gaarder, éste encierra misterio e historias dentro de las historias, como pequeñas cajas que vamos abriendo. En este caso, cada ventana del calendario será… un precioso regalo prenavideño.
19. La caja de Navidad (2003), Richard Paul Evans. Un encantador relato de Navidad, que nos regresa al sentido original de esta celebración de amor, paz y fraternidad. Una pequeña y humilde familia que, instalada en la mansión de una solitaria y misteriosa viejecita, descubre en el desván algo más que una preciosa caja, más bien una fuente de secretos y un legado de preciosa sabiduría.
20. Cuentos de Navidad (2003), Varios Autores. Forman parte de ella renombrados autores de la literatura universal de los siglos XIX y XX, desde Clarín, Valle-Inclán o Pardo Bazán hasta Scott Fitzgerald, Maupassant, Jaroslav Seifert o Grazia Deledda. Sorpresas, árboles adornados, nieve, intrigas? son los ingredientes que sabiamente administrados transportan al lector a un mundo en el que tradición y costumbres son sagradas. Autores: O Henry, Charles Dickens, Alphonse Daudet, Leopoldo Alas Clarín, Fiodor Dostoievski, Grazia Deledda, Guy de Maupassant, Jacinto Benavente, Georges Lenôtre, Emilia Pardo Bazán, Gabrielle Sidonie Colette, Francis Scott Fitzgerald, Jaroslav Seifert, Anton Chejov, Rubén Darío, Frédéric Mistral, Ramón del Valle-Inclán.
21. Última navidad de guerra (2001), Primo Levi. Al morir, en abril de 1987, Primo Levi dejó dispersos en varios diarios y revistas más de una veintena de relatos, producto de sus últimos diez años de trabajo. Es probable que, con la meticulosidad que lo caracterizaba, Levi los hubiera reunido en un libro, como ya había hecho unos años antes con Lilit y otros relatos ofreciendo a los lectores una nueva muestra de su maestría en el manejo de la narración breve.
22.El gigante egoísta (2000), Oscar Wilde. El gigante no dejaba que los niños jugaran en su jardín, por eso allí se había instalado el invierno para siempre y los arboles se olvidaron de florecer. Pero un día, el amor de un niño conmovió el duro corazón del gigante y entonces comprendió cómo el egoísmo había alejado a la primavera de su jardín y a la belleza de su vida.
23. Vida y aventura de Santa Claus (1999), L. Frank Baum. L. Frank Baum, el autor norteamericano que se hizo inmortal con su obra El Mago de Oz, era hijo de un magnate del petróleo que, tras la ruina de su padre, se dedicó al periodismo y a su auténtica vocación de escribir narraciones para niños. Baum se plantea, y así lo afirma sin ambigüedades, escribir «cuentos de hadas modernos» cuyo objetivo fundamental sea algo tan fácil y tan difícil como hacer felices a los niños. Y ese mundo mágico y a la vez moderno se encuentra en esta Vida y Aventuras de Santa Claus. Claus, un bebé humano, es acogido y criado por la ninfa Necile, pariente de las hadas y de buen número de seres inmortales que habitan en el bosque de Burzee: los Knooks, los Ryls, los gnomos, los demonios del viento y otros muchos. Todo lo que de la vida de Santa Claus ha llegado hasta nosotros por el acarreo temporal de la tradición está en la narración de Baum: los renos, el árbol de Navidad, la invención del juguete, su casa y taller, el motivo de poner los calcetines para recibir los regalos…
24. Tres cuentos. Un recuerdo navideño, una Navidad, El invitado del día de Acción de Gracias (1998), Truman Capote. Se reúnen aquí por primera vez tres memorables incursiones en el territorio de la memoria, del pasado, de la infancia. Tres recuerdos de reuniones familiares propiciadas por celebraciones festivas -dos Navidades y un día de Acción de Gracias- convertidos en literatura de la más alta calidad gracias a la mano maestra de Truman Capote. Y Buddy, es decir, el pequeño Truman, es el protagonista de estos relatos. Un protagonismo compartido en dos de ellos -Un recuerdo navideño y El invitado del día de Acción de Gracias- por Miss Sook, una excéntrica pariente solterona a la que el niño se sintió muy unido en los años que pasó con los familiares de su madre en Alabama. En el tercero, Una Navidad, Buddy viaja a Nueva Orleans para encontrarse con su padre, al que apenas conoce. En estos relatos sobre la inocencia, el amor y la maldad se condensa todo el talento narrativo de Truman Capote (que no por casualidad admiraba a Isak Dinesen, otra gran contadora de historias). Este libro es, en definitiva, una concisa y magistral lección de literatura, de cómo la experiencia vivida se transforma en obra de arte.
25. Cuentos de fin de año + Cuento de Navidad (1993), Azorín Gómez de la Serna. Presentamos esta colección de veinte relatos navideños con la calidad, riqueza e imaginación que caracterizan la obra de su autor. Narraciones a veces fantásticas y a veces costumbristas, recamadas de imágenes brillantes y de rasgos de ingenio.
Por Àngels S. Amorós
(publicado originalmente en la web sobre libros Quelibroleo:
Editorial Alba Clásica Maior. Octubre 2015. 622 páginas. De 16 años en adelante.
Una selección hecha por Marta Salís de cuentos de Navidad de casi cuarenta autores distintos que, en muchos casos, no son precisamente conocidos por este genero literario.
No nos extraña ver a autores como los hermanos Grim, Dickens o Chesterton. Pero puede extrañar dar con Truman Capote, Fiódor Dostoievsky, Robert Stevenson, Ray Bradbury o Conan Doyle... Más conocidos por sus dramas, aventuras, extravagancias marcianas o detestivescas...
El resultado es un libro delicioso con muchas joyas muy distintas unas de otras y que terminan creando un maravilloso collar engarzado por la Navidad y que nos resulta un precioso regalo para estas fechas.
Algunos son más infantiles, otros llegan a ser violentos. Los hay dulces, rodeados de pavos, confites y ponches y por el contrario en otros solo veremos pobreza y soledad.
Un género que, como se puede ver en esta cuidada selección, da pie a la crítica, a la reflexión o al recuerdo de la niñez, la propia tierra y sus costumbres o la añoranza de lo olvidado.
Una lectura muy especialmente recomendable en estas fechas pero que será también muy bien recibida en cualquier momento del año.
Editorial
Grijalbo. Abril
2009. 216 páginas. Traducción de Esther Andrés Gromaches. A partir de
los 12 años.
Un libro que se sitúa en plena época navideña, exactamente entre el 25 de diciembre de 1997 y el 9 de enero de 1998 y por eso resulta muy apropiado para esta época del año. Un chico de once años nos cuenta que tras el anuncio de la separación de sus padres pidió ayuda al cielo que pronto le hizo caso en forma de una tormenta de hielo que duró varios días. No importa que la triste noticia viniese acompañada de una cámara de vídeo, eso no cambió las cosas en absoluto. Durante esos días, la vida del protagonista, su familia y sus vecinos cambió hasta tal punto que transcendió como un episodio imprescindible en sus vidas.
De entre los vecinos que habitan en el mismo edificio de la voz del relato tenemos a una pareja que esconde su condición homosexual, una bailarina de un club con la promesa constante de dejar ese mundo, su único amigo Alex sin madre y sobre todo Boris “el ruso”, a punto de acabar una tesis con la que pretende demostrar que es el entorno y no los propios peces quienes deciden su camino.
Esta teoría viene a ser una metáfora sobre nuestra vida porque nos dejamos influir por los demás y pocas veces decidimos sobre nuestro destino. Aunque el balance del libro es positivo, los numerosos personajes nos demuestran que se necesitan los unos a los otros para salir airosos de sus problemas y la amistad.
A destacar una serie de citas inolvidables como:
«Nadie estaba orgulloso de hacerme daño, pero todo el mundo me hacía daño. Me importaba un bledo lo que el cielo hiciera ahora. Nunca había hecho nada por mí. Al contrario, me había destruido. Yo valía poco más que el sofá y mi único amigo me trataba como a un perro.
Yo ya no era nada«.
«Ha sido la pérdida momentánea de las costumbres… las malas, las que te obstruyen la vista… las que te vuelves pasivo… y hacen que al cabo de un tiempo ya no seas el mismo. He intentado recordar quién era…«
«El mundo necesita a esos marginados que terminan cruzando la línea de meta como vencedores, de otro modo la esperanza no sería más que una carrera sin fin.«
«El amor es como un taxi, si no se para y hay que correr tras él, es que ya está ocupado. Para encontrarlo, simplemente hay que saber esperar en el lugar adecuado.«
Pierre Szalowski ha sido fotógrafo de profesión además de escritor de guiones y diseñador de videojuegos y eso se nota en la focalización de la historia. Las palabras se confunden con la mirada porque más que contar nos muestra y en más de una ocasión creemos escuchar y sentir por la empatía y bondad que transmiten los personajes.
Delicioso relato del Genero Cuentos de Navidad tan propio de este autor.
Una costumbre navideña, al reunirse la familia cada uno de los presentes cuenta unapequeña historia. En esta ocasión le toca en primer lugar a Michael, conocido por todos como el pariente pobre. Cuenta su propia historia, la historia de su vida.
Las cosas no son como parecen. Todo depende de los ojos con que se miren.
Editorial Seix Barral. Colección Booket. Noviembre 2012. Original Paul Auster 1990. 37 páginas. De 12 años en adelante.
El periodista Paul Auster recibe el encargo del diario en el que trabaja de escribir un cuento para ser publicado el día de Navidad. Aunque el encargo parece fácil este profesional queda momentáneamente bloqueado y sale al estanco de barrio donde venden los puritos holandeses que a él le gustan a ver si en el paseo se le despejan las dudas. Encontrará la solución en el extraño estanquero que dedica cinco minutos de su día, todos los días desde hace doce años, en sacar la misma foto de la misma calle de su barrio y a la misma hora. El periodista ya ha tenido que hojear las miles de instantáneas que en un principio le parecieron insulsas, casi el resultado de una psicopatía del estanquero, pero que poco a poco fue dándose cuenta de la finalidad del proyecto: fotografiar el tiempo.
Será este extraño personaje el que a cambio de una invitación a comer le contará una historia real que le servirá bien para salir más que airoso del aprieto profesional en el que se había embarcado al aceptar el encargo del diario.
Un sencillo cuento de navidad que pretende huir de los tópicos dulzones de este género. una lectura fácil y amena que no te robará más de media hora.
Editorial Siruela. 307 pág. De 13 años en adelante.
Mitra y Babak están pasando mucha hambre. Desde que tuvieron que huir precipitadamente de la casa de su padre no saben nada de su familia. Viven en un agujero en la ciudad de los muertos en Rhagae. Para comer sólo tienen lo que pueden robar en el mercado. Y todo porque su padre conspiró contra el malvado rey Fraates y ahora este les persigue allá donde se escondan.
Por eso Mitra le repite a Babak (su hermano pequeño) que no debe decir de quienes son, ni de donde provienen, y ha de mantener el secreto de que, a pesar de llevar pantalones y el pelo rapado, en realidad es una chica. Nadie permitiría que una chica se encargara del cuidado de su hermano y se ofreciera a los trabajos que ella tiene que realizar para sacar unas miserables monedas.
El pequeño Babak tiene unos sueños increíbles. Su hermana se da cuenta de que, si duerme con la prenda de otra persona, tiene sus sueños y, además, ¡se cumplen! Son sueños proféticos.
Esta cualidad de su hermano les puede sacar de la miseria... pero lo que no saben es que "vendiendo" los sueños de Babak se van a complicar mucho la vida.
Después de varios intentos de fuga caen en las redes de un Mago, estudioso del firmamento, que ha emprendido un largo camino siguiendo una extraña estrella.
El sueño de Mitra es poder escapar de Melchor (así se llama el Mago) para huir a Palmira donde espera encontrar a su familia.
Un viejo titiritero del mago se ofrece a ayudarles. Pero realmente ¿busca su bien o pretende entregarles al rey Fraates?
Mucho, se complican mucho las cosas para los dos hermanos que encontrarán en su camino gente mala y otros que pretenden ayudarles pero que ellos no pueden estar seguros de sus buenas intenciones. No se puede confiar en nadie cuando los "ojos y oídos" del rey están por todas partes.
Una historia muy bien narrada, en un mundo exótico, diferente y lleno de intrigas. Me hubiera gustado más si los Magos no fueran Melchor, Gaspar y Baltasar ya que les tengo mucho cariño y en la historia no salen muy bien parados (aunque al final...).
Editorial Palabra. 127 páginas. De 10 años en adelante.
Para crear el Universo, Dios hizo una mota de polvo y le dijo que se expandiera.
Este libro está lleno de pequeños relatos de cada uno de los miembros del Belén, cuenta la historia de Zabulón, un pastorcillo que fue a adorar a Dios y era un poco “tonto”; de la lavandera, Salomé, que lavó por primera vez los pañales de Jesús; de Joaquín, el posadero que no les dio hospedaje pero sí un establo; de Moreno, el borrico que llevó Santa María de un lado para otro; de "Oriente", la estrella que estaba hecha para un sólo día del año…
Es un libro muy bueno, está muy bien escrito, tiene una cita bonita delante de cada párrafo y todo pasa muy rápido. Lo recomiendo mucho.
Aquí una muestra. Haciendo clic en el título de esta entrada al blog, podréis ir al blog del autor en el que se puede leer todo el libro.
—Oye, Gabriel, ¿estás seguro de que este cuento... es un cuento? El Arcángel miró a Zabulón: —No, Zabulón. No lo es. Pero como no se me ocurre ninguno, no tengo más remedio que contarte historias que han ocurrido de verdad. ¿Quieres que lo dejemos por hoy? —No..., por favor. Sigue... ¿Qué pasó con el borrico? —Si te parece, él mismo te lo puede decir. —Ya te estás riendo de mí otra vez. Los borricos no hablan. ¿Crees que no lo sé? —Tampoco hablan las estrellas —respondió San Gabriel—, y sin embargo yo me paso las horas charlando con una... Incluso hemos llegado a ser buenos amigos. ¿Y cuándo has visto que los arcángeles se dediquen a contar cuentos a los pastores caprichosos? Lo que ocurre es que vivimos tiempos muy especiales, Zabulón: cuando el Cielo está de fiesta, puede suceder cualquier cosa en la tierra. Es posible también que tú estés soñando. Y en sueños hasta los borricos hablan. —¿Estoy dormido yo? —No lo sé... Por si acaso es mejor que te calles. Así no corres el riesgo de despertarte. Y escucha lo que te cuente Moreno.
Otro Cuento de Navidad para leer aquí directamente. Podrás encontrar fácilmente muchas versiones de este libro. 10 años. Cada tarde, a la salida de la escuela, los niños se iban a jugar al jardín del Gigante. Era un jardín amplio y hermoso, con arbustos de flores y cubierto de césped verde y suave. Por aquí y por allá, entre la hierba, se abrían flores luminosas como estrellas, y había doce albaricoqueros que durante la Primavera se cubrían con delicadas flores color rosa y nácar, y al llegar el Otoño se cargaban de ricos frutos aterciopelados. Los pájaros se demoraban en el ramaje de los árboles, y cantaban con tanta dulzura, que los niños dejaban de jugar para escuchar sus trinos. —¡Qué felices somos aquí! —se decían unos a otros. Pero un día el Gigante regresó. Había ido de visita donde su amigo el Ogro de Cornish, y se había quedado con él durante los últimos siete años. Durante ese tiempo ya se habían dicho todo lo que se tenían que decir, pues su conversación era limitada, y el Gigante sintió el deseo de volver a su mansión. Al llegar, lo primero que vio fue a los niños jugando en el jardín. —¿Qué hacen aquí? —surgió con su voz retumbante. Los niños escaparon corriendo en desbandada. —Este jardín es mío. Es mi jardín propio —dijo el Gigante—; todo el mundo debe entender eso y no dejaré que nadie se meta a jugar aquí. Y de inmediato, alzó una pared muy alta, y en la puerta puso un cartel que decía:
"ENTRADA ESTRICTAMENTE PROHIBIDA BAJO LAS PENAS CONSIGUIENTES"
Era un Gigante egoísta... Los pobres niños se quedaron sin tener donde jugar. Hicieron la prueba de ir a jugar en la carretera, pero estaba llena de polvo, estaba plagada de pedruscos, y no les gustó. A menudo rondaban alrededor del muro que ocultaba el jardín del Gigante y recordaban nostálgicamente lo que había detrás. —¡Qué dichosos éramos allí! —se decían unos a otros. Cuando la Primavera volvió, toda la comarca se pobló de pájaros y flores. Sin embargo, en el jardín del Gigante Egoísta permanecía el Invierno todavía. Como no había niños, los pájaros no cantaban, y los árboles se olvidaron de florecer. Sólo una vez una lindísima flor se asomó entre la hierba, pero apenas vio el cartel, se sintió tan triste por los niños, que volvió a meterse bajo tierra y volvió a quedarse dormida. Los únicos que ahí se sentían a gusto, eran la Nieve y la Escarcha. —La Primavera se olvidó de este jardín —se dijeron—, así que nos quedaremos aquí todo el resto del año. La Nieve cubrió la tierra con su gran manto blanco y la Escarcha cubrió de plata los árboles. Y en seguida invitaron a su triste amigo el Viento del Norte para que pasara con ellos el resto de la temporada. Y llegó el Viento del Norte. Venía envuelto en pieles y anduvo rugiendo por el jardín durante todo el día, desganchando las plantas y derribando las chimeneas. —¡Qué lugar más agradable! —dijo—. Tenemos que decirle al Granizo que venga a estar con nosotros también. Y vino el Granizo también. Todos los días se pasaba tres horas tamborileando en los tejados de la mansión, hasta que rompió la mayor parte de las tejas. Después se ponía a dar vueltas alrededor, corriendo lo más rápido que podía. Se vestía de gris y su aliento era como el hielo. —No entiendo por qué la Primavera se demora tanto en llegar aquí— decía el Gigante Egoísta cuando se asomaba a la ventana y veía su jardín cubierto de gris y blanco, espero que pronto cambie el tiempo. Pero la Primavera no llegó nunca, ni tampoco el Verano. El Otoño dio frutos dorados en todos los jardines, pero al jardín del Gigante no le dio ninguno. —Es un gigante demasiado egoísta—decían los frutales. De esta manera, el jardín del Gigante quedó para siempre sumido en el Invierno, y el Viento del Norte y el Granizo y la Escarcha y la Nieve bailoteaban lúgubremente entre los árboles. Una mañana, el Gigante estaba en la cama todavía cuando oyó que una música muy hermosa llegaba desde afuera. Sonaba tan dulce en sus oídos, que pensó que tenía que ser el rey de los elfos que pasaba por allí. En realidad, era sólo un jilguerito que estaba cantando frente a su ventana, pero hacía tanto tiempo que el Gigante no escuchaba cantar ni un pájaro en su jardín, que le pareció escuchar la música más bella del mundo. Entonces el Granizo detuvo su danza, y el Viento del Norte dejó de rugir y un perfume delicioso penetró por entre las persianas abiertas. —¡Qué bueno! Parece que al fin llegó la Primavera —dijo el Gigante y saltó de la cama para correr a la ventana. ¿Y qué es lo que vio? Ante sus ojos había un espectáculo maravilloso. A través de una brecha del muro habían entrado los niños, y se habían trepado a los árboles. En cada árbol había un niño, y los árboles estaban tan felices de tenerlos nuevamente con ellos, que se habían cubierto de flores y balanceaban suavemente sus ramas sobre sus cabecitas infantiles. Los pájaros revoloteaban cantando alrededor de ellos, y los pequeños reían. Era realmente un espectáculo muy bello. Sólo en un rincón el Invierno reinaba. Era el rincón más apartado del jardín y en él se encontraba un niñito. Pero era tan pequeñín que no lograba alcanzar a las ramas del árbol, y el niño daba vueltas alrededor del viejo tronco llorando amargamente. El pobre árbol estaba todavía completamente cubierto de escarcha y nieve, y el Viento del Norte soplaba y rugía sobre él, sacudiéndole las ramas que parecían a punto de quebrarse. —¡Sube a mí, niñito! —decía el árbol, inclinando sus ramas todo lo que podía. Pero el niño era demasiado pequeño. El Gigante sintió que el corazón se le derretía. —¡Cuán egoísta he sido! —exclamó—. Ahora sé por qué la Primavera no quería venir hasta aquí. Subiré a ese pobre niñito al árbol y después voy a botar el muro. Desde hoy mi jardín será para siempre un lugar de juegos para los niños. Estaba de veras arrepentido por lo que había hecho. Bajó entonces la escalera, abrió cautelosamente la puerta de la casa, y entró en el jardín. Pero en cuanto lo vieron los niños se aterrorizaron, salieron a escape y el jardín quedó en Invierno otra vez. Sólo aquel pequeñín del rincón más alejado no escapó, porque tenía los ojos tan llenos de lágrimas que no vio venir al Gigante. Entonces el Gigante se le acercó por detrás, lo tomó gentilmente entre sus manos, y lo subió al árbol. Y el árbol floreció de repente, y los pájaros vinieron a cantar en sus ramas, y el niño abrazó el cuello del Gigante y lo besó. Y los otros niños, cuando vieron que el Gigante ya no era malo, volvieron corriendo alegremente. Con ellos la Primavera regresó al jardín. —Desde ahora el jardín será para ustedes, hijos míos —dijo el Gigante, y tomando un hacha enorme, echó abajo el muro. Al mediodía, cuando la gente se dirigía al mercado, todos pudieron ver al Gigante jugando con los niños en el jardín más hermoso que habían visto jamás. Estuvieron allí jugando todo el día, y al llegar la noche los niños fueron a despedirse del Gigante. —Pero, ¿dónde está el más pequeñito? —preguntó el Gigante—, ¿ese niño que subí al árbol del rincón? El Gigante lo quería más que a los otros, porque el pequeño le había dado un beso. —No lo sabemos —respondieron los niños—, se marchó solito. —Díganle que vuelva mañana —dijo el Gigante. Pero los niños contestaron que no sabían donde vivía y que nunca lo habían visto antes. Y el Gigante se quedó muy triste. Todas las tardes al salir de la escuela los niños iban a jugar con el Gigante. Pero al más chiquito, a ese que el Gigante más quería, no lo volvieron a ver nunca más. El Gigante era muy bueno con todos los niños pero echaba de menos a su primer amiguito y muy a menudo se acordaba de él. —¡Cómo me gustaría volverle a ver! —repetía. Fueron pasando los años, y el Gigante se puso viejo y sus fuerzas se debilitaron. Ya no podía jugar; pero, sentado en un enorme sillón, miraba jugar a los niños y admiraba su jardín. —Tengo muchas flores hermosas —se decía—, pero los niños son las flores más hermosas de todas. Una mañana de Invierno, miró por la ventana mientras se vestía. Ya no odiaba el Invierno pues sabía que el Invierno era simplemente la Primavera dormida, y que las flores estaban descansando. Sin embargo, de pronto se restregó los ojos, maravillado y miró, miró… Era realmente maravilloso lo que estaba viendo. En el rincón más lejano del jardín, había un árbol cubierto por completo de flores blancas. Todas sus ramas eran doradas, y de ellas colgaban frutos de plata. Debajo del árbol estaba parado el pequeñito a quien tanto había echado de menos. Lleno de alegría el Gigante bajó corriendo las escaleras y entró en el jardín. Pero cuando llegó junto al niño su rostro enrojeció de ira, y dijo: —¿Quién se ha atrevido a hacerte daño? Porque en la palma de las manos del niño había huellas de clavos, y también había huellas de clavos en sus pies. —¿Pero, quién se atrevió a herirte? —gritó el Gigante—. Dímelo, para tomar la espada y matarlo. —¡No! —respondió el niño—. Estas son las heridas del Amor. —¿Quién eres tú, mi pequeño niñito? —preguntó el Gigante, y un extraño temor lo invadió, y cayó de rodillas ante el pequeño. Entonces el niño sonrió al Gigante, y le dijo: —Una vez tú me dejaste jugar en tu jardín; hoy jugarás conmigo en el jardín mío, que es el Paraíso. Y cuando los niños llegaron esa tarde encontraron al Gigante muerto debajo del árbol. Parecía dormir, y estaba entero cubierto de flores blancas.
Editorial El Aleph. 111 páginas. Todas las edades.
Durante unos veinte años los hijos de Tolkien tuvieron la gran suerte de recibir puntualmente una carta desde el polo Norte escrita personalmente por el mismísimo Papá Noel. Este no es un honor que tengan todos los hogares. Pero, animados por estos relatos, quizás en muchos otros, podría correrse a partir de ahora la misma suerte.
En esas divertidas cartas les daba buenos consejos para poder recibir muchos regalos y, sobre todo, cuentan las mil y una peripecias que este querido personaje tiene que realizar para estar cada año en los hogares de todos los niños del mundo. Desde luego no es tarea fácil. Hay que cuidar de la casa y, sobre todo, de los almacenes donde va acumulando los regalos. No olvidarse de nada ¡ni de nadie!
Conoceremos más sobre la vida de Papá Noel: En la Navidad de 1920 en carta dirijida a John le dice textualmente: "Me he enterado que le has preguntado a tu papá cómo soy y dónde vivo. He hecho un autorretrato y he dibujado mi casa. Guarda bien el dibujo. Ahora mismo me marcho a Oxford con el saco lleno de regalos (algunos para ti). Espero llegar a tiempo: esta noche la nieve es muy espesa en el Polo Norte. Con cariño, Papá Noel".
No está sólo en esa trabajo. En las primeras cartas parece que el único ayudante que tiene es el Oso Polar del Norte. Pero, poco a poco, Papá Noel irá necesitando de más ayudantes. Los sobrinos de Oso Polar: Paksu y Valkotukka, que llegan al Polo Norte de visita y deciden quedarse con su tío; los muñecos de nieve, los elfos de la nieve, los gnomos rojos... y, ya al final, su imprescindible secretario, el elfo llamado Ilbereth.
Pero Papá Noel se verá metido en muchos peligros. Las corrientes de aire, las tormentas, las meteduras de pata de Oso Polar y, al final, los ataques de los trasgos, dificultan enormemente su tarea. En su defensa tendrán mucha importancia todos sus colaboradores y, especialmente eficaces contra los trasgos, los elfos.
Un libro muy entretenido para ir leyendo entre ratos y que nos hará más "navideña", si cabe, las fiestas de Navidad.
Aunque no sea lo normal en el Blog. Esta vez te ponemos el cuento entero para que tú lo valores.
¡Qué frío tan atroz! Caía la nieve, y la noche se venía encima.
Era el día de Nochebuena.
En medio del frío y de la oscuridad, una pobre niña pasó por la calle con la cabeza y los pies desnuditos.Tenía, en verdad, zapatos cuando salió de su casa; pero no le habían servido mucho tiempo. Eran unas zapatillas enormes que su madre ya había usado: tan grandes, que la niña las perdió al apresurarse a atravesar la calle para que no la pisasen los carruajes que iban en direcciones opuestas.
La niña caminaba, pues, con los piececitos desnudos, que estaban rojos y azules del frío; llevaba en el delantal, que era muy viejo, algunas docenas de cajas de fósforos y tenía en la mano una de ellas como muestra.
Era muy mal día: ningún comprador se había presentado, y, por consiguiente, la niña no había ganado ni un céntimo. Tenía mucha hambre, mucho frío y muy mísero aspecto.
¡Pobre niña! Los copos de nieve se posaban en sus largos cabellos rubios, que le caían en preciosos bucles sobre el cuello; pero no pensaba en sus cabellos. Veía bullir las luces a través de las ventanas; el olor de los asados se percibía por todas partes. Era el día de Nochebuena, y en esta festividad pensaba la infeliz niña.
Se sentó en una plazoleta, y se acurrucó en un rincón entre dos casas. El frío se apoderaba de ella y entumecía sus miembros; pero no se atrevía a presentarse en su casa; volvía con todos los fósforos y sin una sola moneda. Su madrastra la maltrataría, y, además, en su casa hacía también mucho frío. Vivían bajo el tejado y el viento soplaba allí con furia, aunque las mayores aberturas habían sido tapadas con paja y trapos viejos. Sus manitas estaban casi yertas de frío.
¡Ah! ¡Cuánto placer le causaría calentarse con una cerillita! ¡Si se atreviera a sacar una sola de la caja, a frotarla en la pared y a calentarse los dedos! Sacó una. ¡Rich! ¡Cómo alumbraba y cómo ardía! Despedía una llama clara y caliente como la de una velita cuando la rodeó con su mano. ¡Qué luz tan hermosa! Creía la niña que estaba sentada en una gran chimenea de hierro, adornada con bolas y cubierta con una capa de latón reluciente. ¡Ardía el fuego allí de un modo tan hermoso! ¡Calentaba tan bien! Pero todo acaba en el mundo. La niña extendió sus piececillos para calentarlos también; más la llama se apagó: ya no le quedaba a la niña en la mano más que un pedacito de cerilla.
Frotó otra, que ardió y brilló como la primera; y allí donde la luz cayó sobre la pared, se hizo tan transparente como una gasa. La niña creyó ver una habitación en que la mesa estaba cubierta por un blanco mantel resplandeciente con finas porcelanas, y sobre el cual un pavo asado y relleno de trufas exhalaba un perfume delicioso. ¡Oh sorpresa! ¡Oh felicidad! De pronto tuvo la ilusión de que el ave saltaba de su plato sobre el pavimento con el tenedor y el cuchillo clavados en la pechuga, y rodaba hasta llegar a sus piececitos. Pero la segunda cerilla se apagó, y no vio ante sí más que la pared impenetrable y fría.
Encendió un nuevo fósforo. Creyó entonces verse sentada cerca de un magnífico pesebre: era más rico y mayor que todos los que había visto en aquellos días en el escaparate de los más ricos comercios. Mil luces ardían en los arbolillos; los pastores y zagalas parecían moverse y sonreír a la niña. Esta, embelesada, levantó entonces las dos manos, y el fósforo se apagó. Todas las luces del nacimiento se elevaron, y comprendió entonces que no eran más que estrellas. Una de ellas pasó trazando una línea de fuego en el cielo. -Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su abuelita, que era la única que había sido buena para ella, pero que ya no existía, le había dicho muchas veces: "Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios".
Todavía frotó la niña otro fósforo en la pared, y creyó ver una gran luz, en medio de la cual estaba su abuela en pie y con un aspecto sublime y radiante.
-¡Abuelita!- gritó la niña-. ¡Llévame contigo! ¡Cuando se apague el fósforo, sé muy bien que ya no te veré más! ¡Desaparecerás como la chimenea de hierro, como el ave asada y como el hermoso nacimiento!
Después se atrevió a frotar el resto de la caja, porque quería conservar la ilusión de que veía a su abuelita, y los fósforos esparcieron una claridad vivísima. Nunca la abuela le había parecido tan grande ni tan hermosa. Cogió a la niña bajo el brazo, y las dos se elevaron en medio de la luz hasta un sitio tan elevado, que allí no hacía frío, ni se sentía hambre, ni tristeza: hasta el trono de Dios.
Cuando llegó el nuevo día seguía sentada la niña entre las dos casas, con las mejillas rojas y la sonrisa en los labios. ¡Muerta, muerta de frío en la Nochebuena!
El sol iluminó a aquel tierno ser acurrucado allí con las cajas de cerillas, de las cuales una había ardido por completo.
-¡Ha querido calentarse la pobrecita!- dijo alguien.
Pero nadie pudo saber las hermosas cosas que había visto, ni en medio de qué resplandor había entrado con su anciana abuela en el reino de los cielos.
Ediciones sm. Clásicos Universales. 107 páginas. De 15 años en adelante. Título original en inglés: A Christmas Carol, 1843. A veces se traduce al Castellano como Cuento de Navidad. Se puede encontrar también en muchas otras editoriales. Traigo esta al blog porque está muy bien cuidada. Buen papel y magníficas ilustraciones.
El anciano avaro Ebenezer Scrooge no quiere saber nada de celebrar la navidad. Ni siquiera entiende a los que la celebran: "Si de mí dependiera -dijo Scrooge con indignación -, a todos esos idiotas que van por ahí con el Felices Navidades en la boca habría que cocerlos en su propio pudding y enterrarlos con una estaca de acebo clavada en el corazón. Eso es lo que habría que hacer".
Por la noche tendrá una extraña visita. Vendrá a verle el fantasma de su difunto socio Jacob Marley arrastrando una horrible cadena:
"El espectro volvió a lanzar otro alarido, sacudió la cadena y se retorció con desesperación sus manos espectrales. «Estás encadenado», dijo Scrooge tembloroso. «Cuéntame por qué». «Arrastro la cadena que en vida me forjé», repuso el fantasma. «Yo la hice, eslabón a eslabón, yarda a yarda; por mi propia voluntad me la ceñí y por mi propia voluntad la llevo. ¿Te resulta extraño el modelo?» Scrooge cada vez temblaba más. «¿O ya conoces», prosiguió el fantasma, «el peso y la longitud de la apretada espiral que tú mismo arrastras? Hace siete Navidades ya era tan pesada y tan larga como ésta. Desde entonces, has trabajado en ella aún más. ¡Tienes una cadena impresionante!»".
Quizás esa visita haga cambiar al incorregible Scrooge... Pero aún tendrá que recibir esa misma noche otras visitas no menos extrañas.
Un libro clásico que nos ayudará a adentrarnos en el ambiente navideño. Además de que la historia es en sí misma muy entretenida, lo más admirable son las descripciones que se hacen de las costumbres navideñas.
Editorial Grijalbo, 2003 Tema Narrativa Páginas 112. De 14 años en adelante.
Un secreto que poco a poco se irá desvelando en su inefable esplendor y que tiene su símbolo en la ricamente labrada caja de Navidad que estaba abandonada en el desván de la mansión: «Aunque parece vacía, para mí contiene todo aquello de lo que está hecha la Navidad, la raíz de toda maravilla en los ojos de los niños y la fuente de la magia de la Navidad para los siglos venideros...».
La caja de Navidad es un cuento de Navidad que recoge el viejo y cálido aroma de todos los cuentos de Navidad que han sido y serán mientras viva nuestro mundo.
Es un libro breve muy fácil de leer y con un ritmo narrativo ágil y bien llevado. Sirve para introducir en las fiestas de Navidad. Además, intenta transmitir un mensaje que deja un buen sabor de boca y anima la llegada de estas fiestas. Para leer todos los años!!!
El autor Richard Paul Evans, antiguo ejecutivo de publicidad, escribió La caja de Navidad sin ánimo de que llegara al gran público: estaba dedicado a sus hijas. Sin embargo, los lectores se sintieron tan cautivados por su sensibilidad que convirtieron esta pequeña fábula en un gran éxito de ventas. Evans reside en Salt Lake City, en el estado de Utah, con su mujer Keri y sus tres hijas Jenna, Allyson y Abigail.