Editorial
Grijalbo. Abril
2009. 216 páginas. Traducción de Esther Andrés Gromaches. A partir de
los 12 años.
Un libro que se sitúa en plena época navideña, exactamente entre el 25 de diciembre de 1997 y el 9 de enero de 1998 y por eso resulta muy apropiado para esta época del año. Un chico de once años nos cuenta que tras el anuncio de la separación de sus padres pidió ayuda al cielo que pronto le hizo caso en forma de una tormenta de hielo que duró varios días. No importa que la triste noticia viniese acompañada de una cámara de vídeo, eso no cambió las cosas en absoluto. Durante esos días, la vida del protagonista, su familia y sus vecinos cambió hasta tal punto que transcendió como un episodio imprescindible en sus vidas.
De entre los vecinos que habitan en el mismo edificio de la voz del relato tenemos a una pareja que esconde su condición homosexual, una bailarina de un club con la promesa constante de dejar ese mundo, su único amigo Alex sin madre y sobre todo Boris “el ruso”, a punto de acabar una tesis con la que pretende demostrar que es el entorno y no los propios peces quienes deciden su camino.
Esta teoría viene a ser una metáfora sobre nuestra vida porque nos dejamos influir por los demás y pocas veces decidimos sobre nuestro destino. Aunque el balance del libro es positivo, los numerosos personajes nos demuestran que se necesitan los unos a los otros para salir airosos de sus problemas y la amistad.
A destacar una serie de citas inolvidables como:
«Nadie estaba orgulloso de hacerme daño, pero todo el mundo me hacía daño. Me importaba un bledo lo que el cielo hiciera ahora. Nunca había hecho nada por mí. Al contrario, me había destruido. Yo valía poco más que el sofá y mi único amigo me trataba como a un perro.
Yo ya no era nada«.
«Ha sido la pérdida momentánea de las costumbres… las malas, las que te obstruyen la vista… las que te vuelves pasivo… y hacen que al cabo de un tiempo ya no seas el mismo. He intentado recordar quién era…«
«El mundo necesita a esos marginados que terminan cruzando la línea de meta como vencedores, de otro modo la esperanza no sería más que una carrera sin fin.«
«El amor es como un taxi, si no se para y hay que correr tras él, es que ya está ocupado. Para encontrarlo, simplemente hay que saber esperar en el lugar adecuado.«
Pierre Szalowski ha sido fotógrafo de profesión además de escritor de guiones y diseñador de videojuegos y eso se nota en la focalización de la historia. Las palabras se confunden con la mirada porque más que contar nos muestra y en más de una ocasión creemos escuchar y sentir por la empatía y bondad que transmiten los personajes.
El booktrailer del libro.
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