Editorial Planeta. Publicado en abril de 2018. 544 páginas. A partir de los 16 años de edad.
Un buen puñado de páginas que se leen en menos de tres tardes. Una historia que engancha y un elenco de personajes que no son lo que parecen. Ni siquiera la protagonista.
En primer lugar, llama la atención que el autor se sale de su zona de confort con una historia social, realista y cruda con toques de misterio y de trhiller. No vamos a encontrar un grupo de chavales que comparten habitación en una misma residencia universitaria como la trilogía de Algo tan sencillo como tuitear te quiero. Tampoco unos buenos amigos que se conocen, se enamoran y algunos tienen baches que es lo que pasa en la trilogía de Canciones para Paula y que se repite en El club de los incomprendidos.
Aquí tenemos a Aurora. Una chica solitaria, extraña y con problemas económicos agravados por la marcha del padre. La joven se siente tan fuera de todo que se siente invisible, es decir, insignificante y que a nadie le importan. Y así lo reconocen sus compañeros y profesores cuando aparece muerta en una de las duchas del gimnasio del instituto.
Varias personas resultan sospechosas, desde un antiguo amigo de la infancia hasta algún profesor, e incluso su padre. Pero la policía tiene poco donde agarrarse. Llama la atención que al lado del cuerpo de la chica aparezca una brújula. Una chica, Julia, hija de un policía y de una forense no está dispuesta a esperar y se siente en deuda con su compañera a la que, en verdad, sentía como invisible.
Pero el misterio se aclara al final en una sucesión trepidante de sucesos que señalan a más de uno que miente.
Narrado de forma sencilla y con un ritmo muy bien llevado se consigue que más de uno se sienta identificado porque la historia no es más que una llamada de atención para que todos seamos conscientes de que el otro importa y, en el caso de ser ese otro, hay que buscar ayuda.
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