jueves, 5 de agosto de 2010
El Pequeño Caballo Blanco (Elizabeth Goudge)
jueves, 10 de diciembre de 2009
Mil millones de tuberías (Diego Arboleda)
Mil Millones de tuberías nos habla de un país diferente. Es un reino totalmente de metal en donde el “Rey Flaco” vive en su castillo de paredes de hierro, y cubierto de chimeneas metálicas protegido por la Guardia Real. Un país cubierto totalmente de tuberías en donde vive “M” con su pandilla de amigos. Un día, un meteorito cae en el patio donde vive “M” y su vida cambia. El malvado consejero del Rey, Carpio, tratará de arrebatárselo por todos los medios y por eso “M” intentará encontrar al Rey para contarle el secreto de su meteorito. Pero ésa es la aventura de “M” y por eso no os la contaré. Sí que os diré que “M” se unirá a la resistencia y allí conocerá a Bigotto, Barbadós y el Sr. Longo. Un buen libro.
Lo mejor: las ilustraciones. Desde luego, Raúl Sagospe consigue hacer creíble, amable y simpática una historia sencilla y unos personajes muy bien caracterizados.
martes, 10 de noviembre de 2009
La Ventana Maldita (Tonke Dragt)
Es una recopilación de seis cuentos que tienen de común entre sí que todos se desarrollan en un ambiente que podríamos calificar de "medieval" y todos ellos se desarrollan en una época mágica. Son diferentes entre sí y no todos tienen la misma fuerza pero si añoras las obras magistrales de esta autora, Carta al Rey y Los Secretos del Bosque Salvaje, te gustarán ya que te traerá el recuerdo de de las tierras de Unauwen.
Encontrarás magia, doncellas y príncipes que tienen que luchar por su amor, dragones, extraños Hombres del Mar con poderes mágicos; historias de castillos construídos mediante la magia; antiguas leyendas de Faros y mucha nostalgia por las aventuras en el Mar.
El que más me ha gustado es el que cuenta la historia del Príncipe Capa, quizás sea el más elaborado.
A mi me sucede con frecuencia que estos relatos cortos se me quedan eso, cortos. Prefiero una buena historia. No cabe duda de que la mayoría de estos cuentos son bastante entretenidos aunque no se sabe muy bien para que tipo de gente va escrito. Para los niños quizás sean un poco "duros", para los mayores pecarían de lo contrario de excesivamente ingenuos.
De todas maneras Tonke Dragt sabe escribir y pienso que aunque no le lleguen a la altura de las historias de Tiuri, también merecen la pena ser leídos.
martes, 20 de enero de 2009
Los Secuestradores de Burros (Gerald Durrell)
En Melisa, una isla del Mar Jónico, veranean los Finchberry-White. Esta es una familia muy peculiar en la que viven David y Amanda.
Un verano más vuelven a la isla y se rencuentran con Yani, un amigo suyo al que le acaba de surgir un gran problema. El alcalde del pueblo le obliga a pagar una gran cantidad de dinero y si no lo hace le embargará sus tierras y su casa.
Dominados por la ira, David y Amanda no dudan en idear una solución para ayudar a su amigo.
La imaginación de Amanda y la astucia de David hacen idear un plan más ficticio que real que pondrán en práctica tras caer la noche.
Solo con un poco de ingenio y de suerte lo llevarán a cabo y puede que les salga bien.
Este libro es un cuento super divertido en el que se mezclan la imaginación y el ingenio. Es muy entretenido y fácil de leer, aunque es para chavales de entre 11-14 años. Es muy breve y me ha gustado mucho. Lo recomiendo para chavales de las edades ya mencionadas, pero si alguien mayor lo quiere leer seguramente también le guste.
Ah! Y por si no lo sabías, los burros nadan!
jueves, 15 de enero de 2009
Los Cuentos de Beedle el Bardo (J. K. Rowling)
Lo primero que hay que decir es que la edad que he puesto es para los cuentos. Las anotaciones del Director de Hogwarts las entenderán personas con más edad (no creo que a los niños les diga algo).
Ver vídeo sobre las ilustraciones de Beeddle el Bardo:
martes, 2 de diciembre de 2008
El Belén que puso Dios (Enrique Monasterio)
Para crear el Universo, Dios hizo una mota de polvo y le dijo que se expandiera.
Este libro está lleno de pequeños relatos de cada uno de los miembros del Belén, cuenta la historia de Zabulón, un pastorcillo que fue a adorar a Dios y era un poco “tonto”; de la lavandera, Salomé, que lavó por primera vez los pañales de Jesús; de Joaquín, el posadero que no les dio hospedaje pero sí un establo; de Moreno, el borrico que llevó Santa María de un lado para otro; de "Oriente", la estrella que estaba hecha para un sólo día del año…
Es un libro muy bueno, está muy bien escrito, tiene una cita bonita delante de cada párrafo y todo pasa muy rápido. Lo recomiendo mucho.
Aquí una muestra. Haciendo clic en el título de esta entrada al blog, podréis ir al blog del autor en el que se puede leer todo el libro.
—Oye, Gabriel, ¿estás seguro de que este cuento... es un cuento?
El Arcángel miró a Zabulón:
—No, Zabulón. No lo es. Pero como no se me ocurre ninguno, no tengo más remedio que contarte historias que han ocurrido de verdad. ¿Quieres que lo dejemos por hoy?
—No..., por favor. Sigue... ¿Qué pasó con el borrico?
—Si te parece, él mismo te lo puede decir.
—Ya te estás riendo de mí otra vez. Los borricos no hablan. ¿Crees que no lo sé?
—Tampoco hablan las estrellas —respondió San Gabriel—, y sin embargo yo me paso las horas charlando con una... Incluso hemos llegado a ser buenos amigos. ¿Y cuándo has visto que los arcángeles se dediquen a contar cuentos a los pastores caprichosos? Lo que ocurre es que vivimos tiempos muy especiales, Zabulón: cuando el Cielo está de fiesta, puede suceder cualquier cosa en la tierra. Es posible también que tú estés soñando. Y en sueños hasta los borricos hablan.
—¿Estoy dormido yo?
—No lo sé... Por si acaso es mejor que te calles. Así no corres el riesgo de despertarte. Y escucha lo que te cuente Moreno.
Ver presentación del libro:
sábado, 29 de noviembre de 2008
El Gigante Egoísta (Oscar Wilde)
Cada tarde, a la salida de la escuela, los niños se iban a jugar al jardín del Gigante.
Era un jardín amplio y hermoso, con arbustos de flores y cubierto de césped verde y suave. Por aquí y por allá, entre la hierba, se abrían flores luminosas como estrellas, y había doce albaricoqueros que durante la Primavera se cubrían con delicadas flores color rosa y nácar, y al llegar el Otoño se cargaban de ricos frutos aterciopelados. Los pájaros se demoraban en el ramaje de los árboles, y cantaban con tanta dulzura, que los niños dejaban de jugar para escuchar sus trinos.
—¡Qué felices somos aquí! —se decían unos a otros.
Pero un día el Gigante regresó. Había ido de visita donde su amigo el Ogro de Cornish, y se había quedado con él durante los últimos siete años. Durante ese tiempo ya se habían dicho todo lo que se tenían que decir, pues su conversación era limitada, y el Gigante sintió el deseo de volver a su mansión. Al llegar, lo primero que vio fue a los niños jugando en el jardín.
—¿Qué hacen aquí? —surgió con su voz retumbante.
Los niños escaparon corriendo en desbandada.
—Este jardín es mío. Es mi jardín propio —dijo el Gigante—; todo el mundo debe entender eso y no dejaré que nadie se meta a jugar aquí.
Y de inmediato, alzó una pared muy alta, y en la puerta puso un cartel que decía:
"ENTRADA ESTRICTAMENTE PROHIBIDA
BAJO LAS PENAS CONSIGUIENTES"
Era un Gigante egoísta...
Los pobres niños se quedaron sin tener donde jugar. Hicieron la prueba de ir a jugar en la carretera, pero estaba llena de polvo, estaba plagada de pedruscos, y no les gustó. A menudo rondaban alrededor del muro que ocultaba el jardín del Gigante y recordaban nostálgicamente lo que había detrás.
—¡Qué dichosos éramos allí! —se decían unos a otros.
Cuando la Primavera volvió, toda la comarca se pobló de pájaros y flores. Sin embargo, en el jardín del Gigante Egoísta permanecía el Invierno todavía. Como no había niños, los pájaros no cantaban, y los árboles se olvidaron de florecer. Sólo una vez una lindísima flor se asomó entre la hierba, pero apenas vio el cartel, se sintió tan triste por los niños, que volvió a meterse bajo tierra y volvió a quedarse dormida.
Los únicos que ahí se sentían a gusto, eran la Nieve y la Escarcha.
—La Primavera se olvidó de este jardín —se dijeron—, así que nos quedaremos aquí todo el resto del año.
La Nieve cubrió la tierra con su gran manto blanco y la Escarcha cubrió de plata los árboles. Y en seguida invitaron a su triste amigo el Viento del Norte para que pasara con ellos el resto de la temporada. Y llegó el Viento del Norte. Venía envuelto en pieles y anduvo rugiendo por el jardín durante todo el día, desganchando las plantas y derribando las chimeneas.
—¡Qué lugar más agradable! —dijo—. Tenemos que decirle al Granizo que venga a estar con nosotros también.
Y vino el Granizo también. Todos los días se pasaba tres horas tamborileando en los tejados de la mansión, hasta que rompió la mayor parte de las tejas. Después se ponía a dar vueltas alrededor, corriendo lo más rápido que podía. Se vestía de gris y su aliento era como el hielo.
—No entiendo por qué la Primavera se demora tanto en llegar aquí— decía el Gigante Egoísta cuando se asomaba a la ventana y veía su jardín cubierto de gris y blanco, espero que pronto cambie el tiempo.
Pero la Primavera no llegó nunca, ni tampoco el Verano. El Otoño dio frutos dorados en todos los jardines, pero al jardín del Gigante no le dio ninguno.
—Es un gigante demasiado egoísta—decían los frutales.
De esta manera, el jardín del Gigante quedó para siempre sumido en el Invierno, y el Viento del Norte y el Granizo y la Escarcha y la Nieve bailoteaban lúgubremente entre los árboles.
Una mañana, el Gigante estaba en la cama todavía cuando oyó que una música muy hermosa llegaba desde afuera. Sonaba tan dulce en sus oídos, que pensó que tenía que ser el rey de los elfos que pasaba por allí. En realidad, era sólo un jilguerito que estaba cantando frente a su ventana, pero hacía tanto tiempo que el Gigante no escuchaba cantar ni un pájaro en su jardín, que le pareció escuchar la música más bella del mundo. Entonces el Granizo detuvo su danza, y el Viento del Norte dejó de rugir y un perfume delicioso penetró por entre las persianas abiertas.
—¡Qué bueno! Parece que al fin llegó la Primavera —dijo el Gigante y saltó de la cama para correr a la ventana.
¿Y qué es lo que vio?
Ante sus ojos había un espectáculo maravilloso. A través de una brecha del muro habían entrado los niños, y se habían trepado a los árboles. En cada árbol había un niño, y los árboles estaban tan felices de tenerlos nuevamente con ellos, que se habían cubierto de flores y balanceaban suavemente sus ramas sobre sus cabecitas infantiles. Los pájaros revoloteaban cantando alrededor de ellos, y los pequeños reían. Era realmente un espectáculo muy bello. Sólo en un rincón el Invierno reinaba. Era el rincón más apartado del jardín y en él se encontraba un niñito. Pero era tan pequeñín que no lograba alcanzar a las ramas del árbol, y el niño daba vueltas alrededor del viejo tronco llorando amargamente. El pobre árbol estaba todavía completamente cubierto de escarcha y nieve, y el Viento del Norte soplaba y rugía sobre él, sacudiéndole las ramas que parecían a punto de quebrarse.
—¡Sube a mí, niñito! —decía el árbol, inclinando sus ramas todo lo que podía. Pero el niño era demasiado pequeño.
El Gigante sintió que el corazón se le derretía.
—¡Cuán egoísta he sido! —exclamó—. Ahora sé por qué la Primavera no quería venir hasta aquí. Subiré a ese pobre niñito al árbol y después voy a botar el muro. Desde hoy mi jardín será para siempre un lugar de juegos para los niños.
Estaba de veras arrepentido por lo que había hecho.
Bajó entonces la escalera, abrió cautelosamente la puerta de la casa, y entró en el jardín. Pero en cuanto lo vieron los niños se aterrorizaron, salieron a escape y el jardín quedó en Invierno otra vez. Sólo aquel pequeñín del rincón más alejado no escapó, porque tenía los ojos tan llenos de lágrimas que no vio venir al Gigante. Entonces el Gigante se le acercó por detrás, lo tomó gentilmente entre sus manos, y lo subió al árbol. Y el árbol floreció de repente, y los pájaros vinieron a cantar en sus ramas, y el niño abrazó el cuello del Gigante y lo besó. Y los otros niños, cuando vieron que el Gigante ya no era malo, volvieron corriendo alegremente. Con ellos la Primavera regresó al jardín.
—Desde ahora el jardín será para ustedes, hijos míos —dijo el Gigante, y tomando un hacha enorme, echó abajo el muro.
Al mediodía, cuando la gente se dirigía al mercado, todos pudieron ver al Gigante jugando con los niños en el jardín más hermoso que habían visto jamás.
Estuvieron allí jugando todo el día, y al llegar la noche los niños fueron a despedirse del Gigante.
—Pero, ¿dónde está el más pequeñito? —preguntó el Gigante—, ¿ese niño que subí al árbol del rincón?
El Gigante lo quería más que a los otros, porque el pequeño le había dado un beso.
—No lo sabemos —respondieron los niños—, se marchó solito.
—Díganle que vuelva mañana —dijo el Gigante.
Pero los niños contestaron que no sabían donde vivía y que nunca lo habían visto antes. Y el Gigante se quedó muy triste.
Todas las tardes al salir de la escuela los niños iban a jugar con el Gigante. Pero al más chiquito, a ese que el Gigante más quería, no lo volvieron a ver nunca más. El Gigante era muy bueno con todos los niños pero echaba de menos a su primer amiguito y muy a menudo se acordaba de él.
—¡Cómo me gustaría volverle a ver! —repetía.
Fueron pasando los años, y el Gigante se puso viejo y sus fuerzas se debilitaron. Ya no podía jugar; pero, sentado en un enorme sillón, miraba jugar a los niños y admiraba su jardín.
—Tengo muchas flores hermosas —se decía—, pero los niños son las flores más hermosas de todas.
Una mañana de Invierno, miró por la ventana mientras se vestía. Ya no odiaba el Invierno pues sabía que el Invierno era simplemente la Primavera dormida, y que las flores estaban descansando.
Sin embargo, de pronto se restregó los ojos, maravillado y miró, miró…
Era realmente maravilloso lo que estaba viendo. En el rincón más lejano del jardín, había un árbol cubierto por completo de flores blancas. Todas sus ramas eran doradas, y de ellas colgaban frutos de plata. Debajo del árbol estaba parado el pequeñito a quien tanto había echado de menos.
Lleno de alegría el Gigante bajó corriendo las escaleras y entró en el jardín. Pero cuando llegó junto al niño su rostro enrojeció de ira, y dijo:
—¿Quién se ha atrevido a hacerte daño?
Porque en la palma de las manos del niño había huellas de clavos, y también había huellas de clavos en sus pies.
—¿Pero, quién se atrevió a herirte? —gritó el Gigante—. Dímelo, para tomar la espada y matarlo.
—¡No! —respondió el niño—. Estas son las heridas del Amor.
—¿Quién eres tú, mi pequeño niñito? —preguntó el Gigante, y un extraño temor lo invadió, y cayó de rodillas ante el pequeño.
Entonces el niño sonrió al Gigante, y le dijo:
—Una vez tú me dejaste jugar en tu jardín; hoy jugarás conmigo en el jardín mío, que es el Paraíso.
Y cuando los niños llegaron esa tarde encontraron al Gigante muerto debajo del árbol. Parecía dormir, y estaba entero cubierto de flores blancas.
viernes, 28 de noviembre de 2008
Cartas de Papá Noel (J.R.R. Tolkien)
Durante unos veinte años los hijos de Tolkien tuvieron la gran suerte de recibir puntualmente una carta desde el polo Norte escrita personalmente por el mismísimo Papá Noel. Este no es un honor que tengan todos los hogares. Pero, animados por estos relatos, quizás en muchos otros, podría correrse a partir de ahora la misma suerte.
En esas divertidas cartas les daba buenos consejos para poder recibir muchos regalos y, sobre todo, cuentan las mil y una peripecias que este querido personaje tiene que realizar para estar cada año en los hogares de todos los niños del mundo. Desde luego no es tarea fácil. Hay que cuidar de la casa y, sobre todo, de los almacenes donde va acumulando los regalos. No olvidarse de nada ¡ni de nadie!
No está sólo en esa trabajo. En las primeras cartas parece que el único ayudante que tiene es el Oso Polar del Norte. Pero, poco a poco, Papá Noel irá necesitando de más ayudantes. Los sobrinos de Oso Polar: Paksu y Valkotukka, que llegan al Polo Norte de visita y deciden quedarse con su tío; los muñecos de nieve, los elfos de la nieve, los gnomos rojos... y, ya al final, su imprescindible secretario, el elfo llamado Ilbereth.
Pero Papá Noel se verá metido en muchos peligros. Las corrientes de aire, las tormentas, las meteduras de pata de Oso Polar y, al final, los ataques de los trasgos, dificultan enormemente su tarea. En su defensa tendrán mucha importancia todos sus colaboradores y, especialmente eficaces contra los trasgos, los elfos.
Un libro muy entretenido para ir leyendo entre ratos y que nos hará más "navideña", si cabe, las fiestas de Navidad.
Libros Juveiles
La Cerillera (Hans Christian Andersen)
-Esto quiere decir que alguien ha muerto- pensó la niña; porque su abuelita, que era la única que había sido buena para ella, pero que ya no existía, le había dicho muchas veces: "Cuando cae una estrella, es que un alma sube hasta el trono de Dios".
jueves, 27 de noviembre de 2008
Canción de Navidad (Charles Dickens)
Título original en inglés: A Christmas Carol, 1843. A veces se traduce al Castellano como Cuento de Navidad.
Se puede encontrar también en muchas otras editoriales. Traigo esta al blog porque está muy bien cuidada. Buen papel y magníficas ilustraciones.
El anciano avaro Ebenezer Scrooge no quiere saber nada de celebrar la navidad. Ni siquiera entiende a los que la celebran: "Si de mí dependiera -dijo Scrooge con indignación -, a todos esos idiotas que van por ahí con el Felices Navidades en la boca habría que cocerlos en su propio pudding y enterrarlos con una estaca de acebo clavada en el corazón. Eso es lo que habría que hacer".
"El espectro volvió a lanzar otro alarido, sacudió la cadena y se retorció con desesperación sus manos espectrales.
«Estás encadenado», dijo Scrooge tembloroso. «Cuéntame por qué».
«Arrastro la cadena que en vida me forjé», repuso el fantasma. «Yo la hice, eslabón a eslabón, yarda a yarda; por mi propia voluntad me la ceñí y por mi propia voluntad la llevo. ¿Te resulta extraño el modelo?»
Scrooge cada vez temblaba más.
«¿O ya conoces», prosiguió el fantasma, «el peso y la longitud de la apretada espiral que tú mismo arrastras?
Hace siete Navidades ya era tan pesada y tan larga como ésta. Desde entonces, has trabajado en ella aún más.
¡Tienes una cadena impresionante!»".
viernes, 5 de septiembre de 2008
Oliver Twist (Charles Dickens)
¿Quién no conoce al pequeño Oliver Twist? Oliver es un niño huérfano que nace unos minutos antes de la muerte de su madre. Es criado en un hospicio junto a otros niños en el que no experimenta otros sentimientos que la crueldad, la angustia, el dolor y sobre todo, el hambre.
Tras pagar por algo de lo que no es responsable deciden dar 5 guineas al primer transeúnte que se lo quiera llevar como aprendiz. Este es el señor Sowerberry que tiene una funeraria, pero como el trato a Oliver no es mucho mejor que en el hospicio este se fuga a Londres.
Aquí comienza lo espectacular de la obra. Oliver es "secuestrado" por una banda de rateros y se pone al servicio de Fagin. A partir de aquí, experimentará lo mas cruel con la banda de ladrones y lo más bondadoso de manos del señor Brownlow y la familia Maylie. Solo la vida de Oliver cambia para bien después de un acto muy humano de un personaje que pone su vida en peligro para el bien de Oliver.
La obra se llena de acción y de misterio con personajes que reunen vínculos entre sí inimaginables. El final es sobre todo inesperado, pero no te diré si para bien o para mal. La obra consigue que sintamos pena e intriga por el pobre Oliver y esto provoca no parar de leerla para conocer el desenlace.
Ver trailer de la película de Oliver Twist:
viernes, 6 de junio de 2008
La Perla (John Steinbeck)
Kino y Juana viven en un pueblecito de costa. Tienen un hijo, Coyotito, que aún es un bebé y con él comparten todo su tiempo. Son pescadores y por lo tanto viven del mar, se dedican a capturar ostras y a su posterior venta. Un día como otro cualquiera a Coyotito le pica un escorpión en casa y sus padres se quedan muy preocupados. Lo llevan al médico, pero este no accede a mirar al niño porque proviene de una familia pobre que no podrá pagar la consulta.
Un día la suerte de Kino da un vuelco. Pescando se encuentra con una ostra especial. Es más grande y más bella que las demás y yace sola en el fondo del mar. Dentro hay una perla y no es una perla cualquiera, sino que es la Perla del Mundo. En el pueblo nadie tarda en darse cuenta de lo excepcional de la situación y hasta el médico acepta consultar a Coyotito a ver si puede hacer algo con la picadura. Se da cuenta de que el niño ya no tiene nada pero finge curarlo para que Kino le tenga que pagar.
Aquí empieza el viaje de Kino y su familia para cobrar la perla y los problemas que esto conlleva. El libro se carga de aventuras y de desventuras y acaba de una manera tan excepcional como trágica. John Steinbeck consiguió hacer de esta novela la más popular y exitosa de su obra. En ella trata temas como lo importante del dinero en esta sociedad o que ser rico casi siempre conlleva problemas. Al final las consecuencias son muy graves y se pierde todo.
Es un libro breve y entretenido pero que no tiene la intensidad de otros. Representa una parábola de la relación del individuo con la sociedad. Me defraudó un poco y podría estar mejor contada. Es una novela aceptable.
jueves, 8 de noviembre de 2007
El Pequeño Nicolás (René Goscinny)
Han salido varios títulos que tienen como protagonista a este niño pequeñajo y travieso: La vuelta al cole, Las vacaciones del pequeño Nicolás, Los amiguetes del pequeño Nicolás, El Chiste... Todos ellos están repletos de las pequeñas aventuras de Nicolás, sus amigos y la familia.
Son episodios tronchantes por las ingenuas ocurrencias de estos chicos y sus continuas travesuras. A modo de ejemplo citaremos cuando una vez, Clotario -que es el último de la clase-, llegó a la escuela con gafas. Fue todo un acontecimiento, pues de todos es sabido que cuando uno se pone gafas mejora en los estudios ya que el problema era que antes no veía bien. Para comprobarlo las gafas irán pasando de mano en mano, sobre todo cuando la profe les manda salir al encerado.
A Nicolás le parecía un poco extraño eso de que si Clotario era el último de la clase era porque no veía. A él le parecía más bien que era porque Clotario se dormía a menudo en clase, aunque, a lo mejor, las gafas no le dejen dormir. Además, es verdad que Agnan, que es el primero de la clase, es el único que lleva gafas y por eso mismo no se le puede zurrar tan a menudo como uno quisiera.
Precisamente Agnan no quedó muy contento con lo de las gafas de Clotario porque siempre tenía miedo a dejar de ser el ojito derecho de la maestra y que alguno de la clase fuera el primero en su lugar. Pero los demás nos pusimos muy contentos al pensar que ahora el primero sería Clotario, que es un compañero fenómeno.
Con este tipo de razonamientos Goscini va describiendo las maravillosas escenas de estos pequeños personajes que nos harán pasar un buen rato.
No se trata de una novela juvenil. Entraría mejor en el género de cuentos (relatos cortos), aunque hay una unidad, por tratarse de los mismos personajes, entre todos ellos. Por este motivo siempre se pueden leer "entre tiempos", aunque también se disfruta teniendo un buen rato por delante para intentar meterse en la cabeza de esos pequeños locos.
lunes, 2 de abril de 2007
Narradores de la Noche (Rafik Schami)
domingo, 23 de julio de 2006
Sangre de Tinta. (Cornelia Funke)
La atracción que ejerce el Mundo de Tinta sobre Meggie le llevará a vivir una terrible aventura arrastrando tras de sí a Farid y a sus propios padres.
La maldad de Mortola hace que el viaje de Maggie por el mundo de tinta convierta en tragedia lo que parecía que iba a ser un cuento de hadas.
Nuevas aventuras que, a pesar de estar escrito como en un mundo de "cuento", no deja de tener tintes de tragedia.
Al igual que el tomo primero le sobran unas cuantas páginas. La acción pasa de ser casi nula a ser trepidante al final del libro.
Merece la pena leerlo aunque al principio haya que tener un poco de paciencia.
Libros Juveniles