El nacimiento de un gran imperio a partir de un pequeño pueblo nómada no es una tarea fácil. En su crecimiento encontrará grandes dificultades, intereses encontrados, diferencias de tradiciones, creencias y razas que harán casi imposible mantener a tantos pueblos bajo unas mismas leyes. Sólo grandes hombres como Ciro, Darío o Jerjes pueden hacer realidad este sueño.
En su constitución se cometerán grandes injusticias, habrá execrables traiciones, será necesario manejar la propaganda y comulgar con "ruedas de molino". Constantes levantamientos, pérdida de confianza entre los propios colaboradores y errores en el gobierno harán que la vida de estos grandes personajes esté siempre al filo de la muerte y el derrumbe.
La ambición de estos poderosos será el motor de su expansión pero, en la mayoría de los casos, también la condena al fracaso.
Junto a esta gran potencia expansionista en el Oriente, se alzará también el orgullo griego. Las diferencias de las distintas ciudades del Peloponeso irán haciendo que Espartanos y Atenienses vayan teniendo cada vez más fuerza y capacidad bélica haciendo, sin pretenderlo en un principio, de contrapeso en el frágil equilibrio de la política mundial.
Las inhumanas costumbres espartanas en las que no tiene cabidad la debilidad, la compasión, la diginidad de la persona o la amistad, donde la familia, la propiedad privada o la esfera de lo personal se ponen al servicio de la comunidad irán convirtiendo a este pueblo en una poderosa máquina de guerra.
Atenas, harta de las constantes trifulcas entre las familias nobles de la ciudad que la someten a un constante revanchismo que empobrece cada vez más a sus ciudadanos, descubre, por los manejos de un tirano -curiosa ironía- la democracia. Aquello que había nacido como un intento de derrocar a los rivales termina por calar en el pueblo ateniense que acaba creyendo que la libertad y la autogestión es posible.
Tarde o temprano los intereses encontrados de las grandes potencias tendrán que resolver sus diferencias en el campo de batalla. Así sucederá con la superpotencia persa del oriente. Irá al encuentro de Atenas y sufrirá su primera gran derrota en la batalla de Maratón.
Años más tarde el conflicto se recrudece y el Oriente busca venganza. Un poderosísimo ejército querrá borrar de la faz de la tierra a estos pequeños pueblos del peloponeso en su paso a la conquista del occidente. A pesar de las grandes diferencias y de una historia plagada de enfrentamientos logra constituirse una quebradiza alianza entre atenienses y espartanos que en innumerables ocasiones está a punto de romperse.
El ansia de libertad, el amor a sus tradiciones y las profundas creencias religiosas harán que estos pueblos sean capaces de grandes sacrificios como el de aquellos trescientos espartanos del paso de las Termópilas o el de la recién creada flota ateniense que burlará a la terrible escuadra persa cien veces más poderosa en la batalla de Salamina. Atenas y su acrópolis serán saquedas y sometidas al fuego, pero el coraje de un pueblo que lucha por su propia libertad realizarán el milagro y Jerjes tendrá que retirarse en una triste derrota que salvaría al Occidente del yugo oriental.
No se trata de la tradicional "Novela Histórica" en la que se recrea un ambiente y unos hechos reales pero con diálogos y personajes ficticios. Se trata más bien de historia narrada. Es portentoso como Tom Holland es capaz de mantener la atención del lector y hacer tremendamente actuales los hechos acahecidos hace miles de años.
Se requiere que el lector tenga verdadero interés por la historia. No es un libro de acción aunque la historia de estos pueblos sea absolutamente trepidante, ni es un libro de batallas, aunque se describan magistralmente los entrenamientos, el armamento y las tácticas de los hoplitas griegos o los arqueros y caballería persa. En fin, que merece la pena leerlo aunque se requiere un interés por la historia.