El tiempo no existe, no puede medirse, no es nada. Y, por tanto,tampoco se puede perder. Podría parecer que yo tengo más tiempoque usted porque yo soy más joven, y usted ya tira a viejo, pero es otro error. Nadie sabe cuánto tiempo le queda, y en parte esa es la gracia.
Pocas satisfacciones se pueden comparar a la de la alegría que experimenta Alexia, una joven aspirante a escritora de 17 años, cuando su escritor favorito contesta a sus correos electrónicos. Se trata de Benedict Woodward, un escritor al que Alexia simplemente desea hacerle llegar todo lo bueno que le aportan sus libros, pero él no parece dispuesto a escucharla. Y no solo eso, Woodward se muestra desagradable, de pocas palabras y a veces contradictorio. La joven no se da por vencida e insiste hasta que al final los correos se hacen más imprescindibles para él que para ella.
A Alexia le gustaría ser escritora algún día y Woodward es su referente, pero se trata de un escritor con una vida llena de sombras y altibajos. En primer lugar, su adicción al alcohol y su vida desordenada que afecta a la relación con su hijo adolescente. Por otra parte, la vida de Alexia no ha sido nada fácil hasta ahora. Además de perder a su madre se ve obligada a cambiar de país, e incluso de continente, para vivir nada menos que con un abuelo paterno que es todo un Casanova. Su vida es solitaria, monótona y sin amigos que le den un respiro. Su único consuelo son los libros y su trabajo en una librería humilde que se llama igual que un libro de Woodward que tanto para Alexia como para la dueña de la librería es su favorito.
La lectura se vuelve ágil gracias a los capítulos formados por correos electrónicos breves y por toda la información que se nos proporciona como en cuentagotas y que nos permite introducirnos en la vida de los personajes. No es fácil prever qué nos encontraremos en la siguiente página. Y, muy pronto, la historia da un giro totalmente inesperado lleno de sorpresas, confesiones e incluso un encuentro que cambiará la vida de todos los implicados de la historia que apunta a más de una historia de amor y donde los libros tienen un lugar privilegiado. Una muestra más de que las vidas de otros nos abren los ojos y que la ficción nos ayuda a cumplir nuestros sueños.
La relación entre sus libros y yo se remonta a algunos años atrás, cuando mi madre me regaló El dragón transparente. Yo entonces no sabía nada de usted, y casi nada de libros, pero era una niña solitaria y un poco bicho raro, que vivía en su propio mundo, exactamente como Gulliver, el dragón protagonista, y también me sentía transparente a ojos de todo el mundo, así que mamá creyó que me sentiría identificada con el protagonista, y acertó de lleno. En realidad, yo ya no era tanto una niña. Tenía trece años. Pero también un montón de problemas. Por ejemplo, no tenía amigos. Cero, ninguno, conjunto vacío. Tampoco me gustaba mucho leer. Por eso mamá creyó que un libro para niños podría ayudarme, y lo eligió especialmente para mí, y así fue como el dragón Gulliver se convirtió en mi primer amigo de verdad, además de en el único. ¿No es increíble? Luego mamá murió y su dragón y yo nos quedamos solos durante un largo tiempo. Creo que nos hicimos mutua compañía y que nos ayudamos bastante. Guardo ese libro como un tesoro y lo releo cada vez que me siento triste. Es decir, últimamente lo he releído mucho.
A punto de dar por finalizada la crítica de este libro me siento en la obligación de hacer una llamada de atención a esta historia no tanto por su desenlace como por su evolución. Me gustan los libros que acaban bien sin que ello implique solucionarle la vida para siempre a los personajes. Pienso que es necesario encontrar en cada libro, en cada lectura un atisbo de esperanza que se extienda a los lectores. En este caso Inbox cumple este objetivo a la perfección porque Alexia se merece ser feliz y que le vayan bien las cosas porque es muestra como una persona con muy buen corazón y de mente despierta. Sin embargo, se deberían condenar las relaciones que los adolescentes llevan a cabo a través de las redes sociales con desconocidos. Alexia ha tenido suerte, pero podría no haber sido así y las consecuencias no hace falta ni imaginarlas. Y otra cosa, más de una vez he soñado con intercambiar impresiones con mis escritores favoritos, pero también tengo miedo de que mito se destruya como si de un castillo de arena se tratara.
Publicado en CULTURAMAS
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Nos interesa tu opinión