Editorial Ediciones Diquesí. Publicado en 2019. 256 páginas. A partir de los 12 años de edad.
En el fondo tanto daban cien mil años o cien. Incluso cincuenta. El salto era demasiado abrumador. En el siglo XXI la comida era basura, la que se vendía en los supermercados indicaba el número de calorías, proteínas o los aditamentos que llevase, como si eso fuese el santo grial de la buena vida; el fútbol era la religión de las masas y, para postre, ellos, los ingleses, que lo habían inventado, no ganaban nunca. ¡Ni siguiera se podía fumar! Estaba prohibido, y echaba de menos su pipa.
Si la mayor parte de los retellings suelen fabular sobre la vida de los personajes clásicos en la actualidad, en este caso nos encontramos con el famoso detective Sherlock Holmes que se traslada al futuro pero con sus modales y hábitos del siglo XIX.
En unas excavaciones del Londres de 2047 encuentran varios cuerpos crionizados, entre ellos la cabeza de Sherlock Holmes que su amigo Watson quiso mantener para revivirlo muchos años después. Sin embargo, a Watson fue imposible crionizarlo porque su cuerpo quedó totalmente maltrecho tras morir a causa de una estampida de elefantes en África.
Pero Holmes no está solo, cuando Elmore, cuyo tatarabuelo es Watson, se entera va a por él y lo acoge en su casa situada en la Baker Street 221B, es decir, la misma calle donde vivió Holmes 136 años atrás. El joven le presenta a su asistenta robot Elsy y a su ayudante Maggie con la que lleva una agencia de detectives donde suelen resolver casos como encontrar perros perdidos.
A pesar de contar con ayuda, el proceso de adaptación de Holmes al nuevo siglo no es nada fácil. En primer lugar, tiene un cuerpo sintético que más adelante le permitirá enfrentarse al peor de sus enemigos. Pero también tiene que acostumbrarse al vocabulario de la gente:
En unas excavaciones del Londres de 2047 encuentran varios cuerpos crionizados, entre ellos la cabeza de Sherlock Holmes que su amigo Watson quiso mantener para revivirlo muchos años después. Sin embargo, a Watson fue imposible crionizarlo porque su cuerpo quedó totalmente maltrecho tras morir a causa de una estampida de elefantes en África.
Pero Holmes no está solo, cuando Elmore, cuyo tatarabuelo es Watson, se entera va a por él y lo acoge en su casa situada en la Baker Street 221B, es decir, la misma calle donde vivió Holmes 136 años atrás. El joven le presenta a su asistenta robot Elsy y a su ayudante Maggie con la que lleva una agencia de detectives donde suelen resolver casos como encontrar perros perdidos.
A pesar de contar con ayuda, el proceso de adaptación de Holmes al nuevo siglo no es nada fácil. En primer lugar, tiene un cuerpo sintético que más adelante le permitirá enfrentarse al peor de sus enemigos. Pero también tiene que acostumbrarse al vocabulario de la gente:
– ¿Puedo preguntarle algo?
– Dispare.
– No puedo.
– ¿No puede qué?
– Dispararle.
– ¡Es una forma de hablar, hombre!
Por si esto fuera poco, Sherlock se muestra también escandalizado con la forma de hablar y de vestir de la gente. Por la calle, muchas personas suelen pasearse con tigres y elefantes, aunque se extinguieron más tarde los clonaron y ahora son mascotas. Además, abundan las tribus urbanas: punkhots, nu-Emo, destroyers, etc.
Pero esto no es lo peor. Uno de los descientes de Moriarty, el enemigo de Holmes, desea acabar con él. Gracias a su intuición y a su maravillosa mente el famoso detective se atreve a hacerle frente y descubre que vivir en el siglo XXI tiene “cosas preocupantes”, pero también muchas ventajas, lo mismo que poseer un cuerpo sintético.
Una historia divertida que se lee muy bien y donde son frecuentes las situaciones llenas de humor, de ingenio y verosimilitud. Jordi Sierra i Fabra asegura que escribió este libro porque los miembros del Círculo Holmes de Barcelona se lo pidió, y a ellos va dedicada la historia
Publicado en CULTURAMAS
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