Editorial Norma (Zona Libre). Marzo 1998. 136 páginas. De 12 años en adelante.
Trece años de edad son los que separan a dos hermanos que de repente se ven obligados a separarse hasta que finalmente se reencuentran para conocerse mejor y despedirse de nuevo para siempre.
Todo porque cuando Ezequiel se marchó de casa su hermano, narrador de la historia, tenía cinco años y no era consciente de muchas cosas, pero poco antes de cumplir los once Ezequiel le desvela dos realidades terribles. La primera de todas es que salvó de la muerte a su perro Sacha y la otra es que tiene SIDA. La primera afirmación la justifica diciendo que el último cachorro de las camadas de perros siberianos suele ser más débil que el resto y en cuanto a la enfermedad, simplemente sabe que se va a morir pronto.
Poco a poco se va iniciando entre los hermanos una amistad a espaldas de su familia que les hace compartir el amor hacia los libros y la música. Sabemos desde el principio que Ezequiel se va a morir, pero la amistad compensa con creces el hecho de no haber crecido juntos y los recuerdos de infancia que no posee el joven narrador se compensan con un presente lleno de complicidad y buenos momentos.
Una historia dura pero contada con elegancia, exquisitez y focalizada en los ojos de un niño que asiste a los últimos años de vida de su hermano con unas inmensas ganas de vivir y compartir juntos el tiempo que le queda. Narrada en un orden lineal impecable, la historia consigue atraparnos en la lucidez del dolor visto desde la distancia y sobre todo por la fe en las segundas oportunidades. Los capítulos son cortos, algunos no exceden las cinco líneas, pero resultan contundentes y efectivos.
Esta obra del editor, narrador y especialista en literatura infantil de origen argentino Antonio Santana se ha convertido en un clásico de la literatura juvenil latinoamericana, además de ser muy conocida
y apreciada en España. Ha sido editada en numerosas ocasiones y todavía se
sigue leyendo en los centros educativos.
Un libro que hay que leer por su positividad ante todo:
- Ninguna enfermedad te enseña a morir. Te enseña a vivir. A amar la vida con toda la fuerza que tengas. A mí el SIDA no me quita, me da ganas de vivir.